Como todos los días, Tom, llegó temprano a
su oficina, en el tercer piso del Edificio de un afamado periódico de Nueva
York, cuando el editor en jefe, lo buscó de pronto para que acompañado de
James, el camarógrafo de turno, se dirigiera de prisa al puerto. Ni siquiera
tuvo la oportunidad de hablar con su mejor amigo Agusto, quien le había
apostado al equipo de baseball de Nueva York, quien había obtenido el triunfo
la noche anterior.
En el camino, con solo una nota escueta
que el señor Carl, editor en jefe, le entregó, se enrumbaron en un taxi hacia
los muelles. Muy intrigado por la premura de la misión, abrió aquel pedazo de
papel, y al leer los trazos a lápiz, se quedó estupefacto. El contenido de
aquel mensaje, le llamó la atención a James, al ver el rostro de su compañero
de viaje, así que tomó la nota y logró ver la razón por la cual había tanto
ajetreo al aproximarse al lugar de la noticia: El Titanic se había hundido.
En el lugar, ya otros periodistas de
diferentes medios, buscaban la mejor forma de ubicar un centro de información
en la central. Cada quién pagaba los
servicios de los empleados del muelle, para que le buscaran una mesa que les
sirviera de apoyo para su máquina de escribir. Tom, se dio cuenta que no tenía
nada de eso, pero logró que se le cediera un pequeño espacio al fondo, cerca de
una ventana, desde la cual podía ver los astilleros. Coloco su abrigo, y con James, fueron a
localizar al superintendente del puerto, para mayor información.

Manfred:- Hola Tom,
¿Un cigarro?
Tom:- Gracias, hace
un poco de frío para despreciarlo. ¿Qué sabes?
Manfred:- Lo mismo
que tú. Que el buque real de correo Titanic, de la White Star, se hundió en el
atlántico.
Tom:- Si, lo mismo
me informaron. ¿Hubo sobrevivientes?
Manfred:- Al
parecer unos cuantos, no hay todavía confirmación del número, pero sí que otro
buque, el Carpathia, fue el salvamento del Titanic. ¿Te imaginas, un barco que hace
el viaje inaugural y se hunde?
Charles:- Hola,
amigos. Es de loco todo esto ¿No?
Tom:- Si, la
noticia del siglo.
Charles:- No,
hombre, ¿Cómo del siglo? Esto acaparara los diarios por unos días y luego la
vida continuará. He visto cientos de veces lo mismo.
Manfred:- ¿Y esos
contactos tuyos saben algo?
Charles:- risas –
Vamos, hombre, sabes muy bien que no puedo decirte nada. Mi periódico es como
una tumba, si quieres información deberás comprar la edición de mañana.
Tom:- Nosotros
somos un medio más pequeño que el tuyo Charles, y creo que la ética debe…
Charles:- ¿Ética? –
Mirando a Manfred - ¿De dónde salió este rapazuelo ingenuo? – risas.
Manfred:- Dicen las
malas lenguas que este joven es el futuro del periodismo nacional. Tiene buen
prospecto.
Charles:- ¿Ah, si? –
Dirigiéndose a Tom – Te daré el mejor consejo amigo. En mis quince años en este
negocio, aprendí algo muy importante. Para obtener las mejores noticias, la
ética no existe ¿Comprendes lo que te digo?
Tom:- Gracias por
el consejo señor Charles.
En ello, abrieron las puertas y unos
hombres con sombrero alto y abrigos, salieron a enfrentar a los periodistas.
Mr. Joseph:- Atención
señores, por favor, orden. En estos momentos está confirmado el hundimiento del
RMS Titanic, propiedad de la White Star Line, y que un equivalente a
cuatrocientas personas, han sido rescatadas por el buque Carpathia, y se dirigen
a Nueva York, por lo que los esperamos en cuarenta y ocho horas arriben a
puerto. Es todo lo que se les puede informar hasta este momento.
El bullicio entre los periodistas no se
hizo esperar.
Manfred:- ¿Sabe qué
hundió al Titanic, señor?
Mr. Joseph:- No,
señor Manfred, aún no tenemos esa información, por lo que deberemos esperar la
llegada del Carpathia, para iniciar las investigaciones.
Charles:- ¿Se tiene
una lista preliminar de los sobrevivientes, señor?
Mr. Joseph:- Todas
esas preguntas serán contestadas a su debido momento, así que con su permiso,
es todo por el momento.
Los
presentes continuaban intentando se les diera respuesta a sus preguntas, mientras
que la comitiva se dirigían a las afueras, a tomar sus respectivos automóviles y
marcharse.
Tom:- Bien, creo
que es todo por hoy ¿no creen?
Manfred:- Será una
pequeña nota, pero valió la pena la espera. ¿Qué harán ustedes?
Charles:- Yo por lo
pronto, redactare algo para la edición de la tarde, no se ustedes, pero aquí
hay gato encerrado.
Tom:- ¿A qué se
refiere?
Charles:- Nada de
noticias de las razones del hundimiento. Solo hubo silencio, eso muchacho me
molesta. Creo que hay más que lo que ellos dicen.
Tom:- ¿Lo cree?
Charles:- Es la
primera regla de un periodista, dudar de todo para continuar investigando. No
lo olvides muchacho.
Manfred:- Vamos,
Tom, te invito a un café.
Tom:- Gracias,
primero voy a ver cómo le fue a James, espérame.
Manfred:- Aquí te
espero, amigo.
Tom:- ¿Tomastes
algunas fotografías?
James:- Si, un poco
de todo. ¿Qué haremos ahora?
Tom:- Indagare un
poco más por ahí. Ve a la oficina, llegaré pronto para informar al señor Carl,
y veremos que decide sobre la noticia que saldrá en los periódicos. ¿Okay?
James:- Bien, no te
tardes, allá nos vemos. Suerte.
Tom:- Igual.
Tanto Tom, como Manfred, se dirigieron a
una cafetería cercana. Cada quien pidió un café expresso y se sentaron en una
pequeña mesa frente al cristal frontal.
Tom:- ¿Qué sabes
sobre ese buque Titanic?
Manfred:- Muy buena
pregunta – saco una pequeña libreta del bolsillo interno del abrigo – y según
mis fuentes, hasta ahora el barco más grande que se haya construido en la
historia de la marina. Muy lujoso y no había nada que se comparará con ese
monstruo.
Tom:- Increíble que
le haya ocurrido este accidente.
Manfred:- Según las
noticias previo al viaje que circuló en los diarios, el tal Titanic, estaba tan
bien construido que ni Dios podría hundirlo.
Tom, se persignó:-
¿Tú crees que haya sido un acto de Dios?
Manfred:- Vamos,
Tom, ¿No creerás en esas cosas? ¿No? – Detenidamente miró que el rostro de Tom,
estaba convencido de lo que había dicho: - Bueno, olvida lo que te dije, aquí
lo importante es averiguar qué paso y quienes sobrevivieron, y fin de la
historia.
Tom:- Será hasta la
llegada del barco salvamento que podremos tener información de primera mano.
Manfred:- No lo
creas, amigo. En estas cosas las verdades jamás salen a la luz y todo queda a
medias. Recuerda lo que te digo.
Ambos reporteros se dieron un apretón de
manos, y se encaminaron a sus respectivas oficinas, a trabajar en la reciente
historia.
EN LA ACTUALIDAD (CIEN AÑOS DESPUES)
Peter, apilaba una montaña de libros de las
bodegas de la biblioteca nacional de Washington. Era su segunda semana de
trabajo, y con la idea de continuar sus estudios de lingüística, aceptó la
oferta de un amigo de su padre, para laborar medio tiempo en ese lugar. Por la falta de experiencia lo ubicaron en el
sótano, para acomodar cientos de viejos libros, revistas y documentos que se
fueron acumulando a lo largo de los años.
Su jefe inmediato, un octogenario, quien se había rehusado a jubilarse,
era condescendiente con el joven, mientras aprendía el oficio.
Peter:- Señor Preston,
¿Esto va acá?
Sr. Preston:- Ya te
dije que me llames Mike. Si me llamas señor Preston, me harás sentir muy viejo.
Peter:- Disculpe
señor Preston, digo, don Mike, señor Mike.
Sr. Preston:-
risas- Ya, ya, está bien así. Mira, fíjate bien. Los pares en las casillas pares
y los impares en los impares. Nada de ordenar las cosas por abecedario, solo
por fechas.
Peter:- Entiendo,
señor Preston. Y dígame algo, ¿Todo esto sirve aún de algo?
Sr. Preston:- ¿Crees
que el gobierno pagaría a un anciano como yo y a un joven como tú para que
ordenemos todos estos documentos, si no sirvieran para algo?
Peter:- No, creo
que no, señor Preston.
Sr. Preston:- El
problemas de ustedes los jóvenes es que no aprecian la utilidad de un buen
libro.
Peter:- ¿Para qué
señor Preston, si para eso existe la internet?
Sr. Preston, un
poco molesto:- Internet, Internet, eso es basura, joven. ¿De dónde crees que la Internet obtuvo toda
esa información?
Peter, miro detenidamente
a aquel anciano mientras pensaba.
Sr. Preston:- De
los libros, Peter, ¿De dónde más?
Peter:- Ya lo iba a
decir, señor Preston, solo que no me dio tiempo para responder.
Sr. Preston:- Miles
y miles de libros fueron reducidos a nada, luego que esos vagabundos de la
Internet, los encapsularon en ese tarro que llaman computadora. Antes, los jóvenes
de mi época, debíamos acudir a las bibliotecas para adquirir conocimiento,
sabiduría. ¡Oh, aquellos tiempos! – suspiro.
Peter:- Obvio, en
aquellos tiempos, con costo existía la televisión.
Ante aquel comentario, el anciano
intolerante, tomo su bastón y con la cabeza de caballo, le dio un leve toque en
la cabeza de Peter.
Peter:- Ay, lo
siento.
Sr. Preston:-
Joven, impertinente. Se llega a viejo por el tiempo no por baboso. El que hoy
este aquí en este sucio y oscuro sótano es por otra cosa, no porque no tuviera
las oportunidades para ser alguien famoso o rico, o poderoso.
Peter:- Ajá, sí,
claro, señor Preston, lo que usted diga – en susurro – ya el viejito está
delirando.
Sin embargo, los oídos del anciano aún eran
muy agudos y logro escuchar lo que el joven murmuraba, y la emprendió
nuevamente con su bastón en la cabeza de Peter.
Peter:- Oiga, no
vine a trabajar aquí para que me llenen de chichones mi cabeza, Así que ya deténgase
¿Quiere?
Sr. Preston:- Lloras
como una nena. Y no sabes nada de nada. La vida no es color de rosa, siempre
hay problemas y hay que saberlos enfrentar.
Peter:- Pero no es
usted quien recibe los golpes con ese bastón.
Sr. Preston:- Nada,
nada, nada. Deja de lloriqueos y continúa trabajando.
Peter:- ¿Y cuándo
piensa ayudarme, señor Preston?
Sr. Preston:- En
esto se basa nuestra relación. Yo digo y tú haces, es todo. Así que sigue
ordenando esos libros que falta poco para la hora de salida.
Peter:- Gracias a Dios.
Aquella última frase llamó poderosamente
la atención del anciano, quien centró su mirada en un estante de libros
antiguos, polvosos.
Sr. Preston:- Los
actos de Dios – hizo una pausa y continuo: - Los actos de Dios.
Peter:- ¿Le pasa
algo, señor Preston?
Sr. Preston:- Nada,
nada. Continúa con tu trabajo.
El hombre se levanto de su silla y salió por
una pequeña puerta para subir unas escaleras y desaparecer. Peter, se alegró al
terminar su turno y se dirigió a marcar la tarjeta, cuando se encontró con la
chica que le atraía y laboraba en la sección administrativa.
Beatriz:- Hola
¿Eres Peter, cierto?
Peter:- Si, así es –
la contemplaba
Beatriz:- ¿Qué
pasa? ¿Tengo algo en la cara? – sonrió
Peter:- No, perdón.
Es que estaba recordando algo.
Beatriz:- ¿Qué
cosa?
Peter:- No, nada
importante.
Beatriz:- ¿Vas a
marcar la tarjeta?
Peter:- Si, claro
que si.
Beatriz:- Es que
tengo mucha prisa y necesito marcar la mía.
Peter:- ¿Ah? Oh,
si, claro, perdóname, qué descuidado soy. Pasa primero tú.
Beatriz:- Llegastes
primero ¿No hay problema?
Peter:- No, claro
que no. De todos modos voy a esperar al señor Preston, para irnos juntos.
Beatriz:- ¿Al
anciano del sótano? ¿Por qué?
A Peter, no le
quedo más remedio que mentir:- Somos amigos y vamos a ir a cenar
por ahí.
Beatriz:- Pues que
extraño.
Peter:- ¿Extraño,
por qué?
Beatriz:- Desde que
trabajo aquí, jamás el señor Preston, ha salido a cenar con nadie.
Peter:- ¿No?
Beatriz:- No. De
hecho creo que es el último en salir del edificio, según me comentaron los
guardas.
Peter:- ¿Se queda
trabajando más tarde?
Beatriz:-
Trabajando no lo sé, pero sí que permanece más noche que todos.
Peter:- No lo
sabía.
Beatriz:- Pero que
bien que seas su amigo, al parecer él no tiene a nadie más.
Peter:- ¿No tiene
familia?
Beatriz:- En su
expediente no hay información al respecto. Creo que está completamente solo.
Aquello le hizo pensar al chico, de las
razones por las cuales su jefe, no había querido tomar su jubilación, pues no
tenía a donde ir.
Beatriz:- Bien,
hasta luego, Peter, fue un gusto saludarte. Buenas noches.
Peter:- A ti,
gracias. Buenas noches.
ABRIL DE 1912
El
Carpathia, ha llegado al puerto y un enjambre de reporteros con ansiedad miraba
como el puente tocaba tierra, y luego de unos minutos, una marea de personas bajaba
junto a marineros del Titanic. Los
familiares de los sobrevivientes que se aglutinaban por el edificio, no
hallaban la hora de conocer el estado de sus parientes.
Tom y James, empujaban para lograr
aproximarse lo más que pudiera a los recién llegados. La tarea era difícil,
pues muchos periodistas deseaban tener la primicia de las primeras palabras de
los afortunados que fueron rescatados de las gélidas aguas del atlántico.
Las preguntas eran muchas, pero las
más común y acertadas fueron ¿Qué hundió al Titanic?
Uno de los vigías del Titanic, le
gritó a Manfred, una sola palabra: Iceberg.
Tom:-¿Qué te
respondió, Manfred?
Manfred:- Qué había
sido un Iceberg.
Tom:- ¿Un Iceberg?
¿Cómo se escribe eso, Manfred?
De pronto apareció Charles.
Manfred:-
¿Conseguiste algo?
Charles:- Algo de
mucho valor. El único radio operador sobreviviente del Titanic, conversará
conmigo por unas cuantas libras esterlinas.
Manfred:- ¿Tienes
libras esterlinas?
Charles:- Claro que
no, pero los dólares son igual de buenos, ahora que él está aquí en los Estados
Unidos ¿No lo crees?
James:- ¿Qué
hacemos señor?
Tom:- Nadie quiere
hablar, y las autoridades se llevan a los pasajeros como secuestrados para que
no hablen con la prensa.
James:- ¿Los
seguimos al interior?
Tom:- No, James,
esperemos mejor. Luego saldrán con alguna noticia, como siempre.
James:- Como usted
diga, pero seremos los últimos en enterarnos si no vamos con el resto de los
reporteros.
Tom:- Mi abuelo
decía que sería alguien importante en algún momento de mi vida, y ya ves, no
puedo ni siquiera obtener una impresión de lo que ocurrió allá en el mar.
Parkins:- ¿Me
invitaría a una taza de café, caballero?
Tom, miró detrás de él, y observo una frágil
figura de un hombre de unos cincuenta años de edad, cabello gris, y mal
vestido, que sostenía una mirada afable, y un bigote mal cortado.
Tom:- Lo siento,
caballero, pero ahora me encuentro laborando en algo importante. Será en otra
ocasión.
Parkins:- ¿Sobre el
Titanic?
Tom:- Así es. Así
que usted podrá comprender que…
Parkins:- Yo estuve
ahí.
Aquellas palabras resonaron en los oídos
del intrépido reportero.
Tom:- ¿Qué dice?
¿Qué usted estuvo ahí?
Parkins:- ¿Estaría
interesado en escuchar mi historia?
Tom, un poco
inquieto:- Claro que si ¿Cómo me dijo que le gustaba el café?
Parkins:- Bien negro,
señor.
Tom:- Por aquí
conozco un buen lugar.
Le hizo una seña a James, para que lo
siguiera y captara las imágenes de aquel singular sujeto, mientras ya se
acomodaba en la misma mesa que días antes había ocupado con Manfred. Le pidió a
la camarera dos cafés, y saco un lápiz y su libreta de apuntes.
Tom:- ¿Cómo está el
café?
Parkins:- Muy bien,
mejor no se puede esperar.
Tom, sin parecer
apresurado, lo miraba esperando a que iniciará las primeras palabras:- ¿Y bien?
Parkins:- No
importa mi nombre, solo llámeme Parkins.
Tom:- ¿Parkins? ¿Es
nombre o apellido? – Aquel sujeto lo miro sin interés – Bueno no importa,
continué por favor.
Parkins:- La noche era
clara, habían estrellas, muchas estrellas que tintinaban como las luces de los
edificios y de los alumbrados del parque de nueva york.
Tom:- ¿Por su
acento parece que es Inglés, no es cierto?
Parkins:- No me
vuelva a interrumpir, por favor.
Tom:- Lo siento,
señor, absolutamente tiene razón, continúe por favor.
Parkins:- No tenía
a donde ir, no tenía familia. Estaba completamente solo, cuando un sujeto me
dijo que había forma de trabajar en un astillero de Belfast. Le confieso que
jamás he trabajado en un puto astillero, pero cuando el estomago duele, la
sabiduría llega aquí, a mi cabeza. Así que le dije a ese hombre que estaba
dispuesto de trabajar en lo que fuera. A la mañana siguiente junto a miles de
almas, llegué a ese enorme lugar. Por
destino de Dios, me dieron una pequeña tablita de madera ¿Sabe qué significaba
eso?
Tom:- No señor, no
tengo ni la más mínima idea.
Parkins:-
Significaba vida, señor, eso era lo que significaba. Me habían dado el trabajo,
sin saber de qué se trataba. Lo importante era que me pagarían por más de doce
horas de arduo trabajo. Como un condenado seguía las instrucciones de los
capataces. Ve allá, regresa aquí, martilla aquí, sostén aquello, y sentía que
la vida se me iba en aquel infierno.
Tom, se comenzaba a impacientar, al
considerar que aquel pobre hombre, era un vago medio loco y le estaba quitando
tiempo valioso para obtener información de primera mano para su periódico.
Parkins:- Llegaba a
una habitación que alquilé en una calle cercana, para poder llegar desde buena
mañana y trabajar y trabajar, con solo siete minutos para ir al baño ¿Sabía
usted?
Tom:- No señor, no
lo sabía, y …
Parkins:- El
Titanic – se quedo mirándolo, y Tom, guardó silencio, esperando algo
relacionado con su noticia - Eso era lo
que construíamos, ese edificio de cientos de toneladas, más largo que mi brazo
y más alto que construcción del hombre he conocido. Varios hombres salieron
herido durante ese tiempo. Un hombre murió por ese monstruo del infierno,
señor. Aquello no podía ser un acto de Dios. No, señor.
Tom:- ¿Usted estuvo
entre los hombres que construyeron el Titanic?
Parkins:- Así como
lo oye. De vez en cuando el señor Andrews, el constructor, llegaba a
inspeccionar. Unos grandes rollos de papeles, eran sostenidos por su mano. En
una ocasión paso cerca de mí, y se les cayeron. Yo me apresure a levantárselos,
y le sonreí. En su rostro se veía una preocupación antes vista. No era orgullo
lo que proyectaba, sino preocupación.
Tom, muy intrigado,
bebió un poco de su taza de café, y despacio le cuestionó: -¿ y qué es lo que
le preocupaba?
Parkins:- Un pedazo
de pastel le iría bien a este café, ¿Sabe usted?
Tom, llamó a la camarera para que le llevara
a su invitado un pedazo de pastel del día.
Parkins:- Una
noche, nos convocaron a quince compañeros y a mí. Nos llevaron a una esquina de
una de las bodegas donde calentaban el acero. Ahí estaba alguien quien dijo
llegaba de parte del señor Andrews, un hombre con su tez blanca como la nieve y
ojos verdes profundo. Era la primera vez que lo veía y junto al capataz, nos
señalaron una sección del buque, en esos planos y nos pidió discreción completa.
Tom:- ¿De qué se
trataba? ¿Qué había en los planos?
Parkins:- Me
pidieron discreción señor. No puedo decírselo. Lo siento.
Tom:- Entonces ¿Qué
puede decirme, señor Parkins?
Parkins:- Por mis
servicios, me pagaron con un tiquete de tercera clase en ese mismo monstruo. No
olvidare ese momento, señor. 28 de Marzo
del 2012, cuando me anunciaron que sería uno de los elegidos junto con otros
compañeros para navegar en el Titanic, hacia Nueva York, como pago por nuestro
buen desempeño. Así que para principios de Abril, alisté mis pocas cosas,
porque pensé que aquello era un designio del señor. Venir a Nueva York, al
nuevo mundo e iniciar una nueva vida con lo poco que pude ahorrar.
Tom:- No comprendo
señor Parkins. ¿Si usted venía en el buque, por qué no está con el resto de los
sobrevivientes?
Parkins:-
(Carcajadas) Sobrevivientes – más risas - ¿Cuáles sobrevivientes?
Tom:- Me refiero a…
Parkins:- Se
suponía que ninguno de los quince que esa noche acudimos a esa cita sobreviviéramos
al naufragio, señor. Nadie. La noche del catorce de abril del año de nuestro
señor dos mil doce, el infierno se abrió y se llevo a mis compañeros, al igual
que a muchos pasajeros, incluyendo algunos de los que usted llama
sobrevivientes, señor.
Tom:- Cálmese,
señor, no se agité. Comprendo el trauma que debió pasar.
Parkins:- No tiene
la menor idea de lo que ocurrió esa noche, señor. No tiene ni la más maldita
idea de lo que ocurrió esa noche. No fue un acto de Dios, señor. No lo fue.
Sin decir una palabra más, el hombre
abruptamente se levantó y salió de prisa del lugar, seguido por Tom, quien con
la vista llegó a perderlo entre la multitudinaria gente y el tráfico que
transitaba por la zona. Regresó al interior, buscando a James.
Tom:- ¿Tomaste las
fotografías?
James:- Claro que
sí, Tom. Lo tengo todo en mi cámara.
Tom:- Debemos
averiguar más sobre ese sujeto.
James:- ¿Le creyó
todo lo que le dijo, señor?
Tom:- No sé qué
creer, pero será mejor que nos apresuremos a ver si las autoridades otorgaran
alguna conferencia de prensa. Vamos.
Efectivamente,
al momento de llegar, la misma ya había iniciado.
Sr. Joseph:- La
cifra de bajas es de poco más de mil quinientas almas, las cuales lamentamos, y
a partir de unas horas, se entregara una lista preliminar de los nombres de
los más de setecientos sobrevivientes
que gracias a Dios, han llegado sanos a este puerto. Más adelante les estaremos comentando
detalles del naufragio, no sin antes decirles, que ya una comisión del senado
de los Estados Unidos, iniciará las investigaciones pertinentes, así como
tenemos entendido ocurrirá lo mismo con las autoridades en Gran Bretaña.
Manfred:- Se dice
que fue un Iceberg, el responsable del hundimiento del Titanic, ¿Qué hay de
cierto, señor?
Sr. Joseph:- Los
datos preliminares que ha llegado a nuestro conocimiento, refieren que el
Titanic, choco contra un Iceberg en el mar, lo cual provoco el hundimiento del
buque. Por el momento no hay mayores detalles.
Charles:- ¿Un buque
que orgullosamente se consideró insumergible según las crónicas noticiosas de
hace unos meses atrás?
El Jefe del Puerto, ni los propietarios
del barco, desearon responder a tal pregunta tendenciosa e imprudente. Pero, el reportero se relamía con una sonrisa
burlesca ante tan aventurado cuestionamiento.
Manfred:- Qué golpe
bajo, amigo
Charles:- Creo que
ya tenemos la noticia, compañeros. Un iceberg, hundió al que consideraron
inhundible.
Tom:- ¿No crees que
hay algo más escondido, cómo usted dijo?
Charles:- No, en
este caso. Lo mismo de siempre. Los políticos pretenderán ser los más
preocupados por esta situación ante los contribuyentes. Habrán denuncias,
demandas, pago de indemnización, formulación de hipótesis, etcétera, pero al
final, ya el maldito barco está en el fondo del atlántico, y la vida debe
continuar. Con su permiso señores, voy a redactar algo a mi oficina. Luego nos
veremos.
Manfred:- Él tiene
razón, Tom. Culparan a la empresa dueña del Titanic, incluso, problemas de
diseño y cualquier otra cosa que ellos inventen con tal de evitar la crítica de
las familias adineradas que perdieron a sus deudos. El dinero lo compensará
todo pero al final, nadie piensa en las víctimas de la tercera clase, o si
realmente el Titanic, podía realizar ese viaje. Lo que interesa, es que las
cosas se calmen lo más pronto posible, para que el negocio naviero continúe su
marcha por el bien de los negocios. Es siempre la misma vieja historia.
Le
puso la mano en el hombro de Tom, y le dio una fuerte bocanada al cigarro y luego
se marcho. Tom, no podía creer tanta
frialdad, mientras a su alrededor, cientos de personas pedían información sobre
la suerte de sus familiares a bordo del fatídico Titanic. Realmente era un caos, sobre todo cuando
muchos no vieron bajar a sus parientes, y solo podían pensar en la suerte que
ellos corrieron, por lo que las viudas y sus hijos lloraban en los largos
pasillos del puerto, y otros felices abrazaban a los sobrevivientes. Pero Tom,
no dejaba de pensar en las palabras de aquel sujeto que de la nada, apareció
refiriendo una historia diferente que oficialmente se había declarado esa tarde
por las autoridades portuarias y federales.
¿Qué falta por conocer detrás del hundimiento?
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